miércoles, mayo 28, 2008

Entre bolsas y zapatos de oficina

La última orden que recibí fue: "Escribe una nota para estas fotos, no hay información, no hay presskit, no hay nada, pero escribe algo"…

Y ahí me tienen. Hablando de zapatos para novias. Lo primero que me vino en mente fue algo como: "El deseo de toda novia es comenzar su vida matrimonial con el pie derecho... y no chueco". Blablabla…

Jamás se me habría ocurrido pensar en cómo serían los zapatos el día de mi boda; y resulta que tan pisoteado accesorio es muy importante en el "gran día" y depende de un sin fin de cuestiones como el vestido, la temporada del año, el lugar, el estilo y la altura del novio, etc.

Al final, tal vez opte por unos descubiertos, sandalias de tacón y con una pequeña plataforma para que sean cómodos… ¿y si la boda es en un sitio cerrado?, ¿y si no hay novio?, ¿y si no hay boda?

En fin, haciendo cuentas, reparé en que tengo alrededor de 9 pares de tenis, de los cuáles sólo uso un par; como 13 pares de zapatos para "vestir" (como si hubiera zapatos para desvestir), de los cuales sólo 2 pares están en constante uso (unos cafés y los otros negros); 5 pares de botas y unos 10 nomás para chanclear… Y resulta que siempre le reproché a mi hermana la que me parecía una estúpida adicción suya por los zapatos… Yo prefería los suéteres y las chamarras.

¿Será que estoy poniendo más atención a la parte inferior de mi atuendo o que sólo me estoy convirtiendo en una típica individua compradora compulsiva? Porque, pensándolo bien, lo mismo me está pasando con las bolsas.
Hasta hace poco mi abuelita me decía: "ay, mijita, ¿cuándo te veré usar una bolsa?, siempre andas con tu morral en la espalda, pareces hombre"… Y, ahora, ya soy de las que digo: "¡qué padre bolsa! ¿Es Coach, Tous, Tommy, Vuitton…?" La verdad, puras pamplinas, porque si acaso tengo dos bolsas de reconocidas marcas, otras son de equis procedencia: Converse y Levi´s; y el resto ni de marca son…

Lo peor del caso es que aún no me acostumbro a llevarlas para todos lados, y me siento rara cuando las pongo bajo mi brazo… me veo como una ñorita. Además, es una friega cambiar diario mis cosas de una bolsa a otra y en ellas acumulo toda la basura de la semana…

Y con los zapatos "de vestir" me pasa lo mismo. Todavía parezco pollo en comal cuando camino con tacones. Y de las faldas y vestidos mejor ni hablo, mi abuelita es la única feliz en todo esto y me gusta verla sonreír cuando llego a su casa con mi look de oficinista, aunque la incomodidad me esté matando.

Lo que sí es que los zapatos, las bolsas y la ropa que uso de lunes a viernes cada vez hablan menos de mí… Hay mañanas en las que creo que no soy la que está frente al espejo. Y, una vez que llego al trabajo, el asunto se pone peor, porque noto que todas lucimos igual. ¿Ocurrirá lo mismo con las que llegan al altar?.. 'Pue' que sí...