jueves, julio 27, 2006

Maldita máquina expendedora de dulces

Y lo hizo una vez más... La máquina se quedó con mis galletas de miel que acostumbro desayunar todos los días... No me causa tanto conflicto si se traga mis monedas.. pero... pero... que la condenada no se quede con mis galletas porque eso si me enoja y engrandece mi hambre... ¿Lo malo? que no me atrevo a sangolotearla yo solita para que el producto caiga...

Cuando esto ocurre, por lo regular es necesaria la presencia de un apuesto caballero, bueno sólo caballero, que se enfrente a ella sin temor... La vez pasada fue una lucha muy pareja, él tenía un cuerpo rectangular (como el de Bob Esponja) y ella también, la altura era similar y de la terquedad ni se diga... Al final, después de una décima de escandalosas sacudidas: ella las soltó, las galletas cayeron y fui feliz.
Aunque debería optar por salir a la tienda y comprarlas, la verdad es que creo que esa tal máquina me está retando, parece que sabe que me apena ser observada cuando mis galletas se quedan atoradas... Que es cuando me sonrojo y un mudo ¡noooooooooooooooooooo! ocupa mi pensamiento...
Ante la falta de solución al conflicto, y porque no le daré el gusto de quedarse con el botín, lo único que he hecho es respirar profundo, meter la moneda y comenzar a rezar desde el momento en que aprieto las teclas D4... Después, sigo rezando mientras el espiral de plástico negro gira y las galletas se acercan a mi...